Para
ambos la historia tiene una estructura dialéctica. Kant defiende, al igual que Marx, que la historia
sufre aparentes retrocesos que pueden tener un sentido que desde el presente no
es fácil de determinar.
En
ambos autores aparece también una valoración positiva del conflicto. El
antagonismo, presente ya en la misma naturaleza humana (que es insociable
sociabilidad) es el mecanismo del que se sirve la naturaleza para el progreso
de los asuntos humanos.
Finalmente,
ambos autores entienden que la historia tiene una finalidad. Tanto Kant como
Marx afirmarán que la historia se dirige hacia un fin, aunque esto no siempre
sea directamente observable desde el presente en el que nos encontramos.
Junto
a estos parecidos, existen también diferencias importantes en la teoría de la
historia de Kant y Marx:
Una
diferencia esencial reside en su concepción de la historia: para Marx sería el
desarrollo de la materia (o de las condiciones materiales de vida), mientras
que para Kant la historia es el desenvolverse a través del tiempo de los
ideales ilustrados, como la libertad, la autonomía y la emancipación. Esta
visión idealista contrasta de un modo muy claro con el materialismo histórico
de Marx, desde el que la concepción kantiana podría ser calificada de
ideológica.
El
fin de la historia es distinto para ambos: la sociedad sin clases sociales de
la que nos habla Marx no es lo mismo que esa gran unión cosmopolita de pueblos
que describe Kant en su obra. El enfoque político e ilustrado de Kant choca con
el protagonismo que el materialismo histórico de Marx le concede a la economía.
Tanto
la concepción del ser humano como de la cultura en que vive son bien distintas
para ambos pensadores. En el caso kantiano, el hombre es esencialmente razón, y
este es el atributo que le diferencia de los animales, liberándolo del instinto
y la necesidad. La cultura representa, por tanto, una oportunidad de
liberación, sería el auténtico camino de desarrollo de la razón, la mayor de
las oportunidades humanas. Por el contrario, la esencia del ser humano es, para
Marx, el trabajo y la actividad. El hombre transforma la naturaleza en el
desarrollo de su esencia. En cuanto a la cultura, es interpretada con
desconfianza, pues a menudo puede asumir una función ideológica que contribuya
a mantener la contradicción de base de la infraestructura.
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